Los
españoles afirman que seguramente los árabes, asentados
en el reino del Al-Andalus, fueron los responsables de los primeros
arrozales, y que probablemente entró el arroz a Italia
por los árabes, alrededor del siglo IX d.n.e. Lo real es
que era un artículo muy caro durante toda la Edad Media,
en la que se consideraba un lujo propio de las personas más
ricas de la población. La historia recoge como algo sobresaliente,
la anécdota de que el conde Saboya en el año 1250,
compró cierta cantidad de arroz para la preparación
de dulces especiales para su corte.
Por esa fecha en Milán, Italia, el arroz no se cultivaba,
se transportaba desde el Asia y sus precios eran muy altos. Sólo
se vendía en tiendas especializadas. Es a finales del siglo
XIII cuando la familia Visconti decide introducir el cultivo en
sus tierras, y nacen los primeros arrozales italianos.
La
historia afirma que al Hemisferio Occidental llegó el arroz,
en el segundo viaje de Cristóbal Colón, aunque la
semilla no germinó; no existen referencias precisas de
su llegada a Cuba. En cuanto a la América del Norte, más
exactamente a Carolina, dicen que lo introdujo un barco holandés
procedente de Madagascar en 1685. El arroz va y viene de un sitio
a otro con las migraciones, las guerras de conquistas y la necesidad
de un alimento valioso. Mientras en otros sitios crece de manera
silvestre. Pero no se puede confundir este arroz silvestre, con
el de consumo humano. El silvestre es una gramínea anual
acuática, es la especie Zizania aquatica.
Como
vemos todo es leyenda en torno al arroz, pues no existe un documento
escrito que señale su origen. En las narraciones orales
más antiguas, se describe como una divinidad hindú.
Se trata de un don del cielo, hecho llegar al hombre por Dios
para que mitigue su hambre. Pero, para alcanzarlo, los seres humanos
deben esforzarse mucho en su cultivo; esa labor tan fuerte para
obtener el grano se interpreta como un justo castigo por las malas
acciones cometidas por las personas, o por sus actos inmorales.